La invasión
El 17 de abril se avistaron las naves en Loíza y de
inmediato el Gobernador Castro fue al Morro y activó el Plan de Defensa
(aprobado luego de la visita del Mariscal Alejandro O’Reilly en 1765). Envió
destacamentos al hoy sector de Piñones, al Puente de Martín Peña, a defender el
área oeste (hacia la bahía) y el este en la primera línea de defensa que
incluía en un extremo el fortín San Jerónimo y al otro el de San Antonio a la
cabecera del puente del mismo nombre, único acceso por tierra a la isleta. Hay
que recordar que no existía puente alguno entre la punta del Condado y la
isleta de San Juan, pues el puente Dos Hermanos se construyó a principios del
siglo 20.
La flota ancló frente a Punta Cangrejos en Piñones y
desembarcaron encontrando resistencia inmediata. Perdieron el bote con la
bandera y algunos marinos pero luego se reagruparon y volvieron a la carga
disparando constantemente a la playa obligando a los defensores a retraerse.
Los ingleses entraron en barcazas por la hoy laguna de San José y fueron
directo al Puente de Martín Peña. Este era la única conexión del islón de
Cangrejos con el "Hato del Rey" y Río Piedras. También enviaron
buques a custodiar la parte occidental, frente al Morro pero a distancia para
evitar ser blanco de disparos. La bahía estaba cerrada. Los ingleses, luego de
apoderarse de Cangrejos-hoy Santurce- comenzaron un bloqueo de San Juan y enviaron
un mensajero al Gobernador de Castro exigiendo que se rindiera y Castro
contestó con firmeza que no lo haría.
Los defensores de la isla se concentraron entonces en la
parte de los fuertes San Jerónimo y San Antonio porque los ingleses se habían
movilizado a sus baterías para bombardear desde éstas y hacer rendir la plaza
de una vez. Los cañones ingleses estaban colocados en el monte del Condado
(debe haber estado cercana a la punta del Condado), en el monte Olimpo en lo
que hoy es Miramar y luego en la isleta de Miraflores (hoy es parte de Isla
Grande, donde está el nuevo Centro de Convenciones). El intenso bombardeo se
prolongó por días pero los fortines resistieron devolviendo el fuego en forma
igualmente intensa. En la defensa participaron activamente 50 voluntarios
franceses y el gobernador Castro les honró izando la bandera tricolor de la
Francia republicana en el San Jerónimo. Esto provocó un incidente curioso
porque el General Abercromby envió un mensaje al Gobernador preguntando que
cuál era la bandera enemiga, España o Francia, porque por primera vez en su
historia veían las de dos naciones juntas. Castro contestó explicando las
razones y decidió arriar la bandera francesa. (Este incidente es relatado con
cierto coraje por el visitante francés André Pierre Ledrú, quien vino a la isla
pocos meses luego de la derrota inglesa ).
Los ingleses intentaron desembarcar por Punta Salinas, al
oeste de San Juan, pero criollos de Toa Baja, mayormente pardos y morenos, se
lo impidieron, de acuerdo al historiador Juan Giusti. Entre tanto, los
milicianos seguían atacando por la parte del Cangrejos oriental y retomaron el
puente de Martín Peña. A la vez, empezaron a llegar más milicianos del resto de
la isla y fueron a reforzar el San Jerónimo y otros a defender Río Piedras de
un posible ataque. En Miraflores –hoy Isla Grande- los ingleses fijaron las
baterías para interrumpir la comunicación con Palo Seco y Cataño (que era de
donde venían los criollos trayendo provisiones a San Juan). Entonces el 26 de
abril un grupo de voluntarios de la Compañía de Morenos intentó desalojar a los
ingleses de esa isleta y fueron derrotados pero en el intento impidieron el
avance inglés por ese costado.
Entretanto, en la retaguardia inglesa, los paisanos de Loíza
comandados por Francisco Andino se infiltraron por los manglares del caño
Martín Peña en ataques sorpresa causando numerosas bajas. En la batalla famosa
en el puente de Martín Peña fue que murió el Sargento de milicias de Toa Alta,
Pepe Díaz, inmortalizado en la copla. Entre el 29 y 30 de abril una
contraofensiva criolla logró la derrota de los ingleses que no pudieron tomar a
San Juan, en gran medida gracias a la primera línea de defensa y el San
Jerónimo. La valentía predominó al punto de que uno de los soldados que participó
en el asedio luego escribió a un amigo sobre el ataque a Puerto Rico y
describiendo la actuación de los boricuas en el San Jerónimo comentó que
estaban “astonished at their bravery” (asombrados ante su valentía).
La victoria sobre los ingleses en 1797 fue un momento clave
en el desarrollo de nuestra identidad colectiva puertorriqueña. Hubo un
despertar de la conciencia nacional puertorriqueña porque la participación fue
generalizada y porque la noticia de que habíamos derrotado al más temible de los
invasores dio motivo para orgullo y celebraciones. Todavía en Loiza y Piñones
los mayores hablan de las escaramuzas que les contaron sus antecesores y muchas
familias dicen tener derecho a la tierra que poseen por haber sido concedida
por la Corona Española como premio a la defensa del territorio. Como premio la
Corona le dio el título a San Juan de “Muy Noble y Muy Leal” en el escudo de la
ciudad. La estatua de Ponce de León en la Plaza San José fue esculpida con el
bronce de los cañones que los ingleses dejaron en su retirada frente a Punta
las Marías. Y sobre todo, los ingleses no volvieron a invadir a ninguna otra
isla o territorio en el Caribe. Hasta el bombardeo de San Juan por los
estadounidenses en mayo de 1898, hubo 101 años de paz en la ciudad y en todo
Puerto Rico.
El Fortín de San Jerónimo resistió dos semanas de bombardeo
contínuo por parte del imperio más poderoso de la tierra a fines del siglo 18.
Sin embargo, parece que va a sucumbir a principios del siglo 21 a manos de un
desarrollador colombiano-en contubernio con los que han gobernado en Puerto
Rico en los últimos 10 años- en esta época del capitalismo salvaje que no
conoce patria.
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